ESTHER VERA
Como está casi todo inventado, vayamos a los sistemas políticos clásicos: las democracias anglosajonas. A pesar de sus muchas imperfecciones y aparatosos defectos, las mejores democracias comparten algunos conceptos: contrapesos del poder (checks and balances), rendimiento de cuentas (accountability) y la meritocracia como método preferido de selección de personal.
Una democracia y una economía sólidas sólo pueden basarse en la meritocracia, en las élites que lo son por capacidad y esfuerzo
El latrocinio confesado por Fèlix Millet y algunos familiares y amigos en el Palau de la Música pone en evidencia algo que ya sabíamos: esto no es América.
El escándalo del Palau deja en evidencia la precariedad de nuestros mecanismos de control institucional, la falta de supervisión de las cuentas públicas a pesar de las numerosas instituciones existentes para fiscalizarlas, la poca asunción de responsabilidades cuando se pone de manifiesto el incumplimiento de nuestra función, y un sistema de élites feudal.
La Sindicatura de Cuentas realizó su última auditoría al Palau de la Música y las instituciones que lo rodean en el año 2000. El informe se elaboró en 2002 y llegó al Parlament en febrero de 2003. Según el Síndic, no se actuó por falta de recursos económicos y no se verificó con posterioridad si sus indicaciones se cumplían. Ninguna de las administraciones que tan generosamente habían financiado el Palau había detectado irregularidades. Tampoco los numerosos patronos.
El consejero de Cultura admite "ingenuidad", el consejero de Economía pide a Millet "dignidad" y que devuelva la Creu de Sant Jordi -al consorcio se le aportaron 1,6 millones de euros en 2007 y 2008, y a la fundación 30.000 euros-, y Josep Piqué se confiesa "decepcionado" con esa cara de susto que se les ha quedado a patronos, amigos y familiares que no vieron nada en décadas.
¿Hubiera sido posible no detectar el gran fraude si Fèlix Millet no formara parte del Partenón social catalán, de la Cataluña feudal que hereda cargos, prebendas y respetabilidad pública?, ¿si Millet no fuera puro Gotha local?
En libro L'oasi català, Andreu Farràs y Pere Cullell hablaban de las cien familias que se reparten el poder. Una idea compartida por el propio Fèlix Millet Tusell, que les decía a los autores: "Somos unos cuatrocientos y siempre somos los mismos", citando como lugares de encuentro el Orfeó Català, el Círculo del Liceo, la tribuna del FC Barcelona y La Caixa.
Los mismos desde el colegio (antes Virtèlia o Jesuitas), pasando por el club deportivo, el lugar de veraneo y el consejo de administración.
Millet había simultaneado sus cargos en el Palau con su presencia en una quincena de fundaciones culturales, empresariales y deportivas. Fue Josep Lluís Núñez, necesitado de pedigrí, quien le pidió que se incorporara a la junta para llevar adelante la Fundación del FC Barcelona y allí continuó Millet con Joan Gaspart a pesar de haberse presentado en la candidatura de Bassat. ¿Quién no iba a aprovechar el centro negocios y contactos que representa la entrada a tribuna?
¿Por qué acudió Núñez a Millet? Por su pata negra catalanista. A Fèlix Millet Maristany, padre del Millet ahora en apuros, el Generalísimo le llamaba el catalán cuando era el presidente del Banco Popular durante el franquismo. Como presidente del Orfeó, Millet Maristany protagonizó algunas de las páginas más significativas de la reivindicación catalanista durante la dictadura. Els fets del Palau tuvieron como consecuencia el consejo de guerra a Jordi Pujol. Fèlix Millet tiene dos hermanos: Joan, que fue consejero de Banca Catalana con Jordi Pujol, y Xavier, candidato de CiU en 1979 a la alcaldía de Barcelona en las primeras elecciones municipales, cuando Pujol lo colocó como candidato salomónico entre Ramon Trias Fargas y Miquel Roca.
Al sector castellanohablante de las cien familias pertenece Esther Tusquets, que en jugosas anécdotas explica bien el peso de las relaciones sociales barcelonesas y el ambiente de los que habían ganado la guerra, en su biografía juvenil. Su apellido también aparece colateralmente en el escándalo del Palau.
Su hermano Óscar ha tenido durante años una estrecha relación con Millet. Algunos arquitectos de su despacho han estado trabajando permanentemente en grandes o pequeños proyectos públicos o privados relacionados con el Palau. La reforma de 1989 se proyectó inicialmente en nueve millones, aunque en la facturación oficial de 2004 llegó a 24. Tusquets asegura que sólo facturó por 12.
Una democracia y una economía sólidas sólo pueden basarse en la meritocracia, en las élites que lo son por el mérito, la inteligencia, la capacidad y el esfuerzo. Lo demás es feudalismo.
El País 24/09/2009
Como está casi todo inventado, vayamos a los sistemas políticos clásicos: las democracias anglosajonas. A pesar de sus muchas imperfecciones y aparatosos defectos, las mejores democracias comparten algunos conceptos: contrapesos del poder (checks and balances), rendimiento de cuentas (accountability) y la meritocracia como método preferido de selección de personal.
Una democracia y una economía sólidas sólo pueden basarse en la meritocracia, en las élites que lo son por capacidad y esfuerzo
El latrocinio confesado por Fèlix Millet y algunos familiares y amigos en el Palau de la Música pone en evidencia algo que ya sabíamos: esto no es América.
El escándalo del Palau deja en evidencia la precariedad de nuestros mecanismos de control institucional, la falta de supervisión de las cuentas públicas a pesar de las numerosas instituciones existentes para fiscalizarlas, la poca asunción de responsabilidades cuando se pone de manifiesto el incumplimiento de nuestra función, y un sistema de élites feudal.
La Sindicatura de Cuentas realizó su última auditoría al Palau de la Música y las instituciones que lo rodean en el año 2000. El informe se elaboró en 2002 y llegó al Parlament en febrero de 2003. Según el Síndic, no se actuó por falta de recursos económicos y no se verificó con posterioridad si sus indicaciones se cumplían. Ninguna de las administraciones que tan generosamente habían financiado el Palau había detectado irregularidades. Tampoco los numerosos patronos.
El consejero de Cultura admite "ingenuidad", el consejero de Economía pide a Millet "dignidad" y que devuelva la Creu de Sant Jordi -al consorcio se le aportaron 1,6 millones de euros en 2007 y 2008, y a la fundación 30.000 euros-, y Josep Piqué se confiesa "decepcionado" con esa cara de susto que se les ha quedado a patronos, amigos y familiares que no vieron nada en décadas.
¿Hubiera sido posible no detectar el gran fraude si Fèlix Millet no formara parte del Partenón social catalán, de la Cataluña feudal que hereda cargos, prebendas y respetabilidad pública?, ¿si Millet no fuera puro Gotha local?
En libro L'oasi català, Andreu Farràs y Pere Cullell hablaban de las cien familias que se reparten el poder. Una idea compartida por el propio Fèlix Millet Tusell, que les decía a los autores: "Somos unos cuatrocientos y siempre somos los mismos", citando como lugares de encuentro el Orfeó Català, el Círculo del Liceo, la tribuna del FC Barcelona y La Caixa.
Los mismos desde el colegio (antes Virtèlia o Jesuitas), pasando por el club deportivo, el lugar de veraneo y el consejo de administración.
Millet había simultaneado sus cargos en el Palau con su presencia en una quincena de fundaciones culturales, empresariales y deportivas. Fue Josep Lluís Núñez, necesitado de pedigrí, quien le pidió que se incorporara a la junta para llevar adelante la Fundación del FC Barcelona y allí continuó Millet con Joan Gaspart a pesar de haberse presentado en la candidatura de Bassat. ¿Quién no iba a aprovechar el centro negocios y contactos que representa la entrada a tribuna?
¿Por qué acudió Núñez a Millet? Por su pata negra catalanista. A Fèlix Millet Maristany, padre del Millet ahora en apuros, el Generalísimo le llamaba el catalán cuando era el presidente del Banco Popular durante el franquismo. Como presidente del Orfeó, Millet Maristany protagonizó algunas de las páginas más significativas de la reivindicación catalanista durante la dictadura. Els fets del Palau tuvieron como consecuencia el consejo de guerra a Jordi Pujol. Fèlix Millet tiene dos hermanos: Joan, que fue consejero de Banca Catalana con Jordi Pujol, y Xavier, candidato de CiU en 1979 a la alcaldía de Barcelona en las primeras elecciones municipales, cuando Pujol lo colocó como candidato salomónico entre Ramon Trias Fargas y Miquel Roca.
Al sector castellanohablante de las cien familias pertenece Esther Tusquets, que en jugosas anécdotas explica bien el peso de las relaciones sociales barcelonesas y el ambiente de los que habían ganado la guerra, en su biografía juvenil. Su apellido también aparece colateralmente en el escándalo del Palau.
Su hermano Óscar ha tenido durante años una estrecha relación con Millet. Algunos arquitectos de su despacho han estado trabajando permanentemente en grandes o pequeños proyectos públicos o privados relacionados con el Palau. La reforma de 1989 se proyectó inicialmente en nueve millones, aunque en la facturación oficial de 2004 llegó a 24. Tusquets asegura que sólo facturó por 12.
Una democracia y una economía sólidas sólo pueden basarse en la meritocracia, en las élites que lo son por el mérito, la inteligencia, la capacidad y el esfuerzo. Lo demás es feudalismo.
El País 24/09/2009
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