martes, 16 de octubre de 2007

El No-Nacionalismo


El no-nacionalismo no es antinacionalismo. Ni siquiera se define por la negatividad. Es, a su manera, un sentimiento de pertenencia a una comunidad, una manifestación de identidad comunitaria. Más aún, el no-nacionalismo no rechaza necesariamente los hechos nacionalistas. Pero, en contraste con el nacionalismo, el no-nacionalismo pone el énfasis en la dimensión no esencialista de la nacionalidad, concibe la identidad nacional como una identidad cuando menos compleja.


Beckett, el escritor irlandés, dijo en cierta ocasión -en 1939, cuando estalló la II Guerra Mundial y él residía en París- que prefería vivir en una Europa en guerra que en una Irlanda en paz. Joyce, igualmente irlandés y además, a diferencia de Beckett, católico, marchó de Irlanda en 1902 y, salvo por una breve visita en 1912, nunca más regresó a su país (murió en 1941). De los otros grandes escritores irlandeses contemporáneos, Oscar Wilde, Bernard Shaw y W. B. Yeats, sólo éste, Yeats, fue nacionalista y, significativamente, perdió con el tiempo su fe en el nacionalismo, en el Estado libre irlandés y aun en Irlanda como entidad separada de Inglaterra. Kafka y Rilke, ambos nacidos en Praga dentro del Imperio Austro-húngaro, optaron en su momento por la nacionalidad checa: ninguno (Kafka, judío; Rilke, de familia alemana) sintió el nacionalismo checo.

La formulación del sionismo por Theodor Herzl a partir de 1894 dividió profundamente a los judíos europeos. Gershom Scholem, nacido en Berlín en 1897 de familia judía acomodada y asimilada, estudió filología semítica, se interesó en el sionismo, se especializó en el estudio de la tradición mística judía y en 1923 emigró a Israel. Con origen y antecedentes familiares muy parecidos, Walter Benjamin, no obstante su interés por la cultura y la tradición judías de las que procedía, derivó hacia preocupaciones muy distintas: el romanticismo alemán, el barroco, la cultura francesa, el lenguaje, el marxismo, la crítica de la modernidad, y pese a las reiteradas invitaciones de su amigo Scholem, no quiso establecerse en Palestina (lo que le costó la vida: se suicidó en 1940, en Port Bou, después de que las autoridades españolas le denegaran el permiso para cruzar a España en su huida de una Francia ocupada ya por los alemanes). Es un ejemplo revelador: siempre hubo en medios judíos alternativas identitarias al sionismo, que afirmaban la identidad judía, pero que no la cifraban en la creación de un "Estado de los judíos" en Palestina.

El único gran escritor que en el siglo XX saldría de Quebec, Mordecai Richler (1931-2001), anglo-canadiense y judío, fue un crítico feroz del nacionalismo quebequés, para él, expresión tardía del catolicismo ultramontano y antisemita definidor de la comunidad franco-canadiense de aquel Estado. Bram Fischer, el principal abogado defensor de Mandela en el proceso que condenó a éste en 1964 a cadena perpetua, era blanco, afrikáner (de hecho, pertenecía a una de las grandes familias del país) y dirigente del Partido Comunista Surafricano y, como tal, enemigo del nacionalismo blanco y del régimen de apartheid impuesto por éste en 1948 (encarcelado en 1966 y condenado también a cadena perpetua, Fischer fue liberado en diciembre de 1974, enfermo ya del cáncer del que moriría pocos meses después).

Los ejemplos son suficientes. Añadamos, por si acaso, los anglo-escoceses, los vasco-españoles y, por tomar de prestado el título de un conocido libro, los otros catalanes, los catalanes no nacionalistas. El hecho es palmario. El no-nacionalismo es una realidad social y política de extraordinaria significación. La atención preferente que, por muchas y comprensibles razones, se ha prestado al análisis del nacionalismo, ha descuidado su estudio. Es un error capital. En sociedades fuertemente nacionalistas como las mencionadas (Irlanda, Israel, Quebec, Suráfrica, País Vasco, Cataluña, Escocia), el no-nacionalismo constituye un hecho paralelo al propio nacionalismo y, en muchos casos, de no menor enjundia y complejidad que éste.

El no-nacionalismo no es antinacionalismo. Ni siquiera se define por la negatividad. Es, a su manera, un sentimiento de pertenencia a una comunidad, un modo de instalarse en ésta, una manifestación incluso de identidad comunitaria. Más aún, el no-nacionalismo no rechaza necesariamente los hechos nacionalistas. Las más de las veces asume incluso los sentimientos de pertenencia e identidad que alientan en aquéllos. Pero, en contraste con el nacionalismo, el no-nacionalismo pone el énfasis en la dimensión no esencialista de la nacionalidad, concibe la identidad nacional como una identidad cuando menos compleja y definida no por unos determinados elementos distintivos (lengua, religión, etnicidad...), sino forjada en todo caso por la interacción de muchos factores en la historia, y en interdependencia con otras culturas, otras lenguas y otras comunidades. Entiende así que naciones, nacionalidades y sociedades nacionalistas podrán o no poseer características culturales, e historia, distintas y específicas; pero subraya que cultura e historia nacionales, nacionalidad e identidad son conceptos y realidades complejas, evolutivas y múltiples.

El no-nacionalismo es, ante todo, un hecho sociológico (que puede o no tener dimensión política y plasmarse además, si así sucede, en ideologías diferentes: liberales, comunistas, autoritarias...). Existe por una simple razón: porque los hombres no necesitan politizar su identidad (o su etnicidad) ni para explicarse su dimensión social ni para instalarse en su propia circunstancia. El hombre, en otras palabras, no es necesariamente nacionalista: no vive su identidad, como hace el nacionalismo, como una emoción irracional, exclusivista y mitificada. Vive, desde luego, instalado en una determinada sociedad y, por lo general, identificado con ella y con buena parte de sus tradiciones y de su pasado: su nación es la circunstancia que mejor conoce.

Vasco-españoles, anglo-quebequeses, anglo-irlandeses, liberales surafricanos, anglo-escoceses, los otros catalanes, los judíos no sionistas, por volver a los ejemplos anteriores, se reconocen de esa forma en la historia y en la realidad comunitaria de sus respectivas regiones y nacionalidades. Comparten con el nacionalismo el sentimiento de pertenencia a las mismas. No comparten, en cambio, los mitos -históricos, lingüísticos, etnosimbólicos- del nacionalismo, la patrimonialización por éste de la identidad común, la pasión nacionalista: discrepan o en torno a la idea de nacionalidad o en la forma como el nacionalismo interpreta y define ésta. En suma, el nacionalismo enfatiza, como valores políticos, los derechos colectivos, la construcción nacional, la etnicidad (o el particularismo cultural), la afirmación y defensa de la nación y la nacionalidad como entidades homogéneas, propias y distintas; el no-nacionalismo afirma, por el contrario, los derechos individuales y ciudadanos, las libertades civiles, los valores cívicos (no étnicos), la ausencia de coerción nacional o nacionalista, la afirmación y defensa de la sociedad como una sociedad abierta, plural y libre.

Nacionalismo y no-nacionalismo son, en efecto, manifestaciones distintas de la identidad, la vida colectiva y la política de esas regiones y nacionalidades: de Euskadi, Quebec, Escocia, Cataluña, Córcega... Por eso, Joyce y Beckett, Unamuno y Baroja, Mordecai Richler, Rilke, Bram Fischer, Benjamin o Kafka fueron no-nacionalistas. Es bien cierto que el nacionalismo ha sido en la historia causa de violencias y masacres, y que negar su realidad ha sido igualmente el detonante de numerosos y a veces insolubles problemas y conflictos. Hobsbawn dijo, así, en 1989 de los nacionalismos occidentales (como los citados) que eran nacionalismos divisivos, por tratarse de nacionalismos que aparecían en Estados ya plenamente desarrollados y largamente consolidados como Gran Bretaña, Canadá, Francia o España. Desde mi perspectiva, resulta aún más importante que las mismas nacionalidades y regiones nacionalistas sean sociedades plurales. Eso explica que el nacionalismo haya sido en ellas, y sea, factor de división política y de polarización interna.

Precisamente, el error del nacionalismo es justamente ése: no reconocer que, en sociedades y regiones nacionalistas, el no-nacionalismo es también una realidad social y política ampliamente representativa. Por razones evidentes y de fácil comprensión: porque las regiones y nacionalidades occidentales no son ya pueblos o comunidades étnicas homogéneas, sino sociedades complejas; la etnicidad es en ellas, en el mejor de los casos, un valioso sustrato histórico y cultural. Más aún, la vertebración definitiva de ese tipo de comunidades requiere necesariamente algún tipo de equilibrio -político e identitario- entre nacionalismo y no-nacionalismo.

EL PAÍS, 16 de diciembre de 2003
Juan Pablo Fusi, Catedrático de Historia de la Complutense.

lunes, 15 de octubre de 2007

Transformar la Diferencia en Oposición

“Lo identitario o el identitarismo invita, como el nacionalismo o como el comunitarismo, a desconocer la universalidad de los derechos y a cultivar diferencias exclusivas, a transformar la diferencia en oposición”

Jacques Derrida
en Papel Máquina


(Es demoledor que alguien como Derrida no pueda ignorar la afrenta que supone el nacionalismo a "la universalidad de los derechos". Precisamente Derrida, campeón del "Pensamiento de la Diferencia"...tendría que hacer pensar a muchos.)

lunes, 8 de octubre de 2007

Los Trabajadores No Tienen Patria

"Los trabajadores no tienen patria"

Karl Marx

martes, 2 de octubre de 2007

LA VERDADERA HISTORIA DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1714

Cómo se construye una gran mentira.


El 11 de septiembre de cada año se celebra la Diada, la fiesta de Cataluña desde que el Parlamento de Cataluña la declaró Fiesta de la Comunidad en 1980. Con ella se recuerda la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas al mando del Duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión española en 1714.

Pero ya antes, a finales del siglo XIX, esta fecha era conmemorada por el incipiente nacionalismo político catalán, que le daba una lectura que se alejaba de la realidad histórica, y en su lugar la utilizaba para justificar su nuevo proyecto político. Así, de lo histórico pasaron a lo místico, y de la realidad a la ficción: llegan a realizar una ofrenda floral conmemorativa al conseller en cap Rafael Casanova, presentándolo como mártir, cuando en realidad había muerto veintinueve años más tarde (en 1743) en su domicilio, tras recibir el perdón real. Esta manipulación del hecho histórico como coartada política se ha prolongado hasta nuestros días, convirtiéndose en una descarnada mentira histórica al servicio de la “construcción nacional”.

El nacionalismo trajo la desgracia a Europa alentando el fascismo y el nazismo de la primera mitad del siglo XX y hoy, cuando en Europa es rechazado de forma contundente, nuevamente se configura en nuestro país como una herramienta demagógica de enfrentamiento entre personas y territorios al servicio de los nacionalismos de nuestro tiempo.

Ciudadanos no acepta esa mentira.

Por ello en Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía no celebramos la Diada del 11 de septiembre, puesto que no queremos ayudar, con nuestra participación, a perpetuar una mentira histórica que además sea un referente simbólico común a todos los catalanes. La manipulación que han llevado a cabo los independentistas del significado histórico del 11 de septiembre de 1714 convierte la conmemoración de este día en la diada nacionalista de Cataluña y no en lo que debería ser: la fiesta cívica de todos los ciudadanos catalanes.

No aceptamos que la manipulación nacionalista del pasado sea jaleada y apoyada por una ciudadanía democrática y libre.

No al silencio: pasemos a la acción.

La mayoría de los catalanes no se siente identificada con esa celebración nacionalista y decide libremente celebrarlo a su manera. Es un día festivo, ideal para disfrutar de la familia y de los últimos días del verano. Sin embargo, en Ciudadanos creemos que la pasividad silenciosa de buena parte de la sociedad catalana da alas a las ambiciones y manipulaciones nacionalistas. Su mentira no puede convertirse en verdad por el mero hecho de que sea repetida como un mantra irrefutable por sus iluminados habituales, abrigados al amparo de la indiferencia o incluso el hastío que provoca en la ciudadanía esta celebración.

Digámoslo en voz alta: las reiteradas querellas del pasado sólo sirven a quienes las utilizan como coartada para reclamar beneficios políticos en el presente, desviando la atención de los problemas reales de los ciudadanos. Para los nacionalistas, la historia sirve únicamente como instrumento político de adoctrinamiento y manipulación.

Decía Pío Baroja que la historia es siempre una fantasía sin base científica y que cuando se pretende levantar sobre ella un tinglado y sobre éste una consecuencia, se corre el peligro de que un dato cambie y se venga abajo toda la armazón histórica. En Ciudadanos queremos, con algunos apuntes sobre los acontecimientos de la Guerra de Sucesión y sobre el 11 de septiembre de 1714, ayudar a desmontar y refutar las mentiras históricas sobre las que se sustenta argumentalmente el independentismo catalán.


11 de septiembre de 1714: ¿sabías que…?

1) El 11 de septiembre se conmemora la rendición de la ciudad de Barcelona en 1714, tras la declaración de guerra de las Cortes Catalanas el 10 de julio del mismo año al no reconocer éstas el Tratado de Utrecht que ponía fin a la Guerra de Sucesión Española. La guerra no fue de secesión, como los nacionalistas venden, sino de sucesión. En dicho Tratado el pretendiente a la Corona Española, el Archiduque Carlos de Habsburgo renuncia al trono, reconociendo la soberanía de Felipe D'Anjou, contra el que se la disputó en la llamada Guerra de Sucesión Española, tras la muerte sin descendencia del Rey de España Carlos II. Es decir, fue una guerra civil entre partidarios de dos pretendientes a suceder en la corona de España al rey muerto sin descendencia.

2) Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el mismo bando que Barcelona. La Guerra de Sucesión española, al contrario de lo que argumentan los nacionalistas, no supuso el enfrentamiento entre Cataluña- Austria y España (o Castilla) - Francia. Ciudades y comarcas pertenecientes al antiguo reino de Aragón como Castellón, Alicante, Calatayud o Tarazona, así como el valle de Arán, y ciudades del interior de Cataluña como Vic y Cervera, fueron partidarias de Felipe V, el rey Borbón. Y lugares como Madrid, Alcalá o Toledo se declararon fieles al aspirante austriaco, el archiduque Carlos. El enfrentamiento entre territorios españoles de 1714 es otra falsedad esgrimida por el nacionalismo para negar el carácter de guerra civil que tuvo aquella sucesión al trono. En realidad ésta fue una contienda internacional en la que se dirimía la hegemonía entre las diferentes potencias europeas.

3) Los catalanes no perdieron sus libertades civiles, sino que los poderosos perdieron sus privilegios exclusivos. Las Cortes Catalanas, lejos de tener las características de una democracia, tal y como la entendemos ahora, representaban a los tres estamentos (clero, nobleza y burguesía urbana) a los que, dentro del patrón feudal del Antiguo Régimen, el Rey les había concedido tal privilegio, relegando totalmente a la inmensa mayoría de la población. Del Rey emanaban todas las instituciones.

4) La facción en Cataluña favorable al pretendiente Carlos no partió de una rebelión espontánea ni popular. En realidad, expresaba los intereses políticos de la clase dirigente barcelonesa que quería potenciar su presencia comercial en América, de tal forma que sus privilegios forales no estaban en juego, ya que el pretendiente Borbón en ningún momento los cuestionó.

5) El Rey Borbón reinó sin oposición interna entre 1700 y 1705 hasta el punto que en 1701 había celebrado Cortes en Barcelona, donde no sólo confirmó los fueros, sino que recibió numerosas donaciones.

6) Los seguidores de Carlos de Habsburgo en Cataluña defendían la unidad de España. Trataban de imponer su candidato al conjunto de todo el país, apelando a la libertad de toda España, recelosos de la influencia francesa; lejos, pues, de cualquier aspiración secesionista o desmembradora. Los soldados que fueron derrotados el 11 de septiembre de 1714 frente a las tropas de Felipe V estaban mandados por el general Antonio de Villarroel, que en su última arenga les recordó: “estáis luchando por nosotros y por toda la nación española”.

7) El denominado decreto de Nueva Planta, llamada en realidad Cédula Real de Nueva Planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña, organizaba las instituciones judiciales en Cataluña, respetando las Constituciones y prácticas previas, estableciendo que los letrados fuesen expertos en legislación y lengua catalana. Fijaba el castellano meramente como lengua jurídica y eliminaba los privilegios por nacimiento en un territorio determinado.

8) El final de la guerra supuso el final de tres siglos de decadencia de Cataluña y el inicio de su resurgimiento económico. El siglo XVIII, lejos de ser un periodo de declive en Cataluña, resultó ser una etapa de particular esplendor y auge demográfico, agrícola, comercial e industrial, que más que fundamentarse en el comercio internacional, centrado en productos agrícolas, se benefició del proteccionismo de la Corona.

9) Rafael Casanova no fue un mártir. El día del asalto final de las tropas borbónicas, Casanova estaba durmiendo y, avisado, se presentó en la muralla con el estandarte de Santa Eulalia para dar ánimos a los defensores. Herido de poca gravedad por una bala en el muslo. Casanova fue trasladado al colegio de la Merced, donde se le practicó una primera cura. Tras caer la ciudad en manos de las fuerzas borbónicas, quemó los archivos, se hizo pasar por muerto, y delegó la rendición en otro consejero. Huyó de la ciudad disfrazado de fraile y se escondió en una finca de su hijo en Sant Boi de Llobregat. En 1719 fue amnistiado y volvió a ejercer como abogado sin ningún problema hasta retirarse en 1737. Murió en Sant Boi de Llobregat en 1743. Un verdadero “héroe”.

FUENTES: John Lynch: “La España del siglo XVIII”. Ed.Crítica. Pere Anguera: "El 11 de septiembre. Orígenes y consolidación de la Diada". Revista “Los días de España”, núm. 51, 2003. Núria Sales: “Els segles de la decadència: segles XVI-XVIII”. Edicions 62. "Nueva planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña establecida por su Majestad por Decreto de 16/09/1716", imprenta de Joseph Teixidó.

Fuente:

http://www.ciutadans-ciudadanos.net/news.php?id_pagina=19&id_post=3642