"Suele decirse que la tragedia reaparece en la historia como caricatura, pero también en ocasiones la caricatura anticipa la tragedia. Recuerdo una discusión sostenida hace 10 años en Ohio con Rubert de Ventós, donde el filósofo socialista expuso la necesidad de la independencia evocando una serie de rasgos y voluntades de Catalunya, en oposición radical a España. Aprovechando que él mismo había comenzado, a costa de Lenin, rechazando la idea de que un hombre pretendiera sustituirse a un pueblo, le pregunté por qué medios Catalunya se le manifestaba, cuando el independentismo era muy minoritario y la doble identidad catalano-española prevalecía siempre en las encuestas. Desde que la caja de Pandora del nuevo Estatuto ha sido abierta, el recurso a esa sustitución ha crecido exponencialmente. Cualquier observador que ahora descubriera el tema, pensaría que allí no existen opiniones plurales ni distanciamientos del radicalismo, y que Cataluña es como Eslovenia a la hora de situarse frente al Estado cuya incomprensión, según leemos en "La dignidad de Cataluña", produce entre los catalanes "un creciente hartazgo". "España se resentirá de un recorte", advierte Montilla, convertido en paladín de la identidad política unitaria. El que avisa, no es traidor. ¿O sí?
El riesgo político de semejante actitud resulta innegable, pero casi es más preocupante el sesgo totalista, de imposición desde una parte de la sociedad de un comportamiento y de un discurso unitarios, suprimiendo todo pluralismo. Desde que un partido catalanista pero no-nacionalista, el PSC, cruzara el Rubicón y alineándose con la visión uniforme de Catalunya, desaparecen las posibilidades de un intercambio de ideas y de un debate de proyectos con los sectores catalanes no nacionalistas, y por supuesto con cualquier español que no acepte de entrada en su totalidad lo que "Catalunya" quiere y exige. No existen matices, ni diferenciación de temas. Puedes defender, como es mi caso, que Catalunya es una nación, y que esto legitima demandas de asimetría en la configuración del Estado. Pero si estás en desacuerdo con el principio de bilateralidad, o los posibles privilegios de la financiación, queda cortado el puente aéreo (véase Unzueta). No es que Montilla y los suyos se encuentren en la estratosfera, como dice Guerra; están como los personajes de Juan Marsé "encerrados con un solo juguete". Y esto es pésimo para el conjunto de los españoles, para ellos mismos y para la democracia."
Fuente: El País 16 de enero 2010.